domingo, 9 de junio de 2013

El Cártama Deportivo: una pequeña - gran historia






Como todos los chavales de mi edad, después del cole andábamos como locos buscando cualquier sitio donde jugar a la pelota: La Plaza, El Pilar Arriba, Trascastillo, … daba igual. Partidillos los sábados por la mañana en los chasleces, en la pista, en la era las lobas, tercero contra cuarto, cuarto contra quinto, … pero… no teníamos entrenador.

Recuerdo la tarde en que fuimos a la casa del Chío con el Paco el Palma, el Palero, el Pepe la Trini, el Juani la Morilla, el Paco Sánchez y algunos más,… para pedirle que nos entrenase. Imaginaos la ilusión con la que compramos en Deportes Pipi la primera e histórica equipación roja con las mangas blancas y el pantalón azul, pagando, con mucho esfuerzo, una pequeña cuota cada semana. Creo, no mentir al decir que, ese fue el comienzo de la maravillosa historia que vivimos años más tarde.

Empezamos a entrenar y el equipo fue tomando forma con un grupo de chicos de diversas edades y gente del pueblo que quiso colaborar con el Chío en esa tarea, y acompañarnos, cada fin de semana, por esos campos de tierra en los que jugábamos.

Quedan en el recuerdo de todos, partidos memorables, como el triunfo frente al Málaga en la ciudad Deportiva de El Viso, la remontada en Álora en la que, aunque acabamos perdiendo, nos supo a victoria, o la consecución del Trofeo Federación. Y muchísimos más, con los que el equipo acabó siendo campeón en cada una de las categorías en las que jugó. Orgullosos estamos de que jugadores de aquel equipo formasen parte del Málaga, como el Richi, el Huertas o el Miguel los Pollos; o de la Selección Andaluza, como el Juani La Morilla.

Tampoco olvidamos las entregas de trofeos en El Callaíto, los desplazamientos fuera de casa en los coches particulares de los directivos, donde nos leían la cartilla sobre cómo portarnos los fines de semana; los desplazamientos a los partidos en la furgoneta del Rubio, en la del Diego de Paca Huertas o en la del Rabuchín, escuchando Los Calis. El regreso de los desplazamientos, cuando el Chío nos decía la puntuación que cada uno había conseguido en el partido. Aquella genial excursión a Sevilla, o la que hicimos al Tívoli, las paellas de arroz en el río que nos preparaba el Antonio el Pella, los entrenamientos en los escalones con el Pepe Rebollo o la subida a la ermita con un compañero a cuestas. Algunos partidos broncos, como en Ronda o en Peña Pavero y los primeros cigarrillos que el Pepe Rebollo controlaba las noches de los sábados previos al partido, cuando nos invitaba a tomar algo en La Moviola.

Con el paso del tiempo, los niños, estos niños que hoy están aquí, se hicieron hombres, pero aún conservan los valores del trabajo y de la amistad que el Chío, el Pepe Rebollo y la Junta Directiva supieron inculcar en todos nosotros.

Todavía hoy, cuando cruzo la carretera y bajo la cuesta que lleva al campo de fútbol, se me pone un nudo en la garganta. Y es que han sido muchos los momentos entrañables que ya forman parte de nuestra pequeña-gran historia. Nos acordamos siempre del Rafael la Vana y del Antonio el Pella que hoy no pueden compartir este momento con nosotros, pero desde el cielo, seguro que lo estarán disfrutando. Nuestro recuerdo eterno, también, para ellos.

Estas palabras solo pretenden ser un reconocimiento de los que, hace mucho, fueron vuestros niños y hoy, son hombres agradecidos a todos vosotros. Gracias Chío, gracias Pepe, gracias a todos. Con nuestro afecto y cariño: Los niños del Chío.

Dedicado, también, a todos los jugadores que en algún momento han formado parte de este equipo y de este club.